Autor: Alí Medina Machado.
Celebración de la Cruz de Mayo |
“Los creyentes manifiestan alegría ante la cruz, como una manera simbólica de
desclavarle a Cristo el dolor de su crucifixión. En las zonas urbanas, alejadas
de la vocación agrícola, los velorios se han convertido en oportunidades para
el encuentro entre familiares y amigos, y en forma de ratificación de las
identidades regionales de origen. (Atlas de tradiciones venezolanas. Fundación
Bigott-El Nacional).
La muerte de la tradición.
La tradición
de la Cruz de Mayo la vivió nuestro pueblo durante muchos años. Hoy ya no la
vive, murió como mueren en el abandono las más puras y significativas
manifestaciones del alma venezolana asesinada por el frío de una grosera apatía
cultural demostrada por el hombre nativo, por el poblador esencialmente urbano,
cuyos contenidos mentales aparecen repletos de etiquetas importadas que
internaron hace tiempo su conducta social. La misma penetración de todo signo
que ha venido ahorcando nuestro pasado tan cultural, las manifestaciones más
sensibles de nuestras tradiciones y costumbres, vitales en la esencia de la
vida venezolana. Por caso, la Cruz de Mayo que ha sido también sacrificada,
abatida por una cultura primordialmente economicista que predomina ahora en la
vida nacional, en desmedro de una cultura autóctona que cobijó por largos años
los acervos del pueblo tradicional venezolano.
Una fantasía de colores.
En aquel tiempo de nuestra niñez hogareña, observábamos a nuestra madre
“adornando la Cruz”, vistiéndola con aquellos polícromos cuadros de papel,
ingenuo cromatismo con que era cubierto el viejo y sagrado emblema cristiano.
Embelesada nuestra mirada ante el impresionante momento del vestido con aquella
gama lustrosa, esa sinfonía de colores con el encanto de un arco iris de
papel. Cuando niños, en mayo, alimentábamos nuestra alegría con aquella imagen
de madera vestida con nuevos y relucientes oropeles.
Cuentan las crónicas que en los días de la festividad las personas devotas con
verdadera sencillez pueblerina, colocaban el símbolo de madera en sitios
estratégicos de la pequeña ciudad de Trujillo, casi siempre frente a las calles
empedradas. Les enterraban a los lados gruesas matas de plátano y hojas de
palma, con iluminación apropiada. Con fe desbordante en la víspera del día
central, el 2 de mayo, se agrupaban personas en barrios y calles, para
participar, unos activos y otros pasivamente, en el Velorio de la Cruz. Cuentan
que una noche de velorio llegaron al Barrio del Carmen dos colombianos con sus
tiples y guitarras, y entonaron, entre otras piezas musicales, aquella
melancólica canción que reza: “Dicen que en las pupilas del que muere /
retratada se ve la imagen última...” En aquellos tiempos de antaño, la
festividad se cumplía con rigor, con un gran sentido de religiosidad y un hondo
contenido popular, ya que era muy nutrida la concurrencia y hasta con mucha
procedencia campesina entre los asistentes.
Origen de esta festividad.
La historia nos habla sobre la festividad de la Santa Cruz de Mayo. Su principio
parece remontarse a una tradición que se inició en el año 324 d. de C., sobre
la tumba misma de Nuestro señor Jesucristo. Más tarde la fiesta fue llevada a
Roma, luego a España, que la trajo a América en la época de la colonización.
Aquí adquirió patente de esplendor como fiesta de la Iglesia y como
manifestación de regocijo para la gente rural, agricultores que a través de su
celebración pedían bondades a la tierra y a la naturaleza. Del campo pasó luego
a la ciudad donde abrió en señalados espacios el ritual de su celebración.
Festejos acompañados de música, instrumentos y bailes autóctonos: el cuatro, el
violín, los tambores, las maracas, la mandolina, la cuereta y el requinto,
entre los más empleados.
Si bien hubo una época en que el día de la cruz fue muy grande y significativo,
al extremo de que el mes de mayo resultaba corto para la infinidad de velorios,
celebraciones y ofrendas; hoy, la fiesta, ha visto amainar su esplendor, y el
prolongado ritual mensual aparece apagado ante la mirada indiferente de los
nuevos tiempos, de por sí inexpresivos para otras muchas fechas tradicionales.
En este mes de mayo no vemos altares como proliferaron antes. Tampoco imágenes
ni cuadros alusivos, ni siquiera cruces de palos, armadas como se sembraban
antes al azar en caminos y veredas. Nada. Tampoco juegos de colores en papel de
adorno, ni la reverencia de hombres, mujeres y niños. Nada.
El testimonio del cronista.
Sobre la tradición de la Santa Cruz de Mayo, nuestro inolvidable y sensible
cronista S. Joaquín Delgado, apunta lo siguiente: La Cruz de Mayo es una fiesta
popular en Venezuela, sobre todo en esta parte de Occidente. En Trujillo se le
da carácter de fiesta especial. Los encargados de realizarla se dicen “Devotos
de la Cruz de Mayo”. La víspera, o sea el 2 de mayo, se viste la Cruz con
palmas en forma de arco, flores y adornos multicolores. Cuando la fiesta es
esencialmente típica, la Cruz luce alcayatas de latón en las cuales se
encienden las luces de esperma. Al toque de oración van llegando al sitio los rezanderos
y los cantores con sus cuatros. En este velorio caben todos. En primer término,
al anochecer, se reza el Rosario, y al poco entre escupitajos de chimó y un
menudear de tragos de aguardiente se inicia el canto:
Señores pido permiso / contesta que me han de dar / con reverencia a la cruz /
es que he venido a cantar. /
La Cruz es el primer guía / la cruz del árbol frondoso / en la cruz murió el piadoso / con grande soberanía.
/ Con ella no hay cobardía / es el terror del maldito: / como ella sostuvo a Cristo / de triunfo en el Paraíso / pues para poder entrar, / señores, pido permiso.
La celebración en Trujillo.
Para conocer suficientemente el devenir de la celebración de la Cruz de Mayo en
esta ciudad de Trujillo, conversé hace tiempo con otro interesante cronista
local de dilatada trayectoria popular, el señor Ignacio Cegarra, conocedor
hasta la saciedad del Trujillo popular que ya fue. El cronista refirió varias
facetas de la festividad: El Velorio de la Cruz en tiempo pasado, era un
velorio que duraba nueve días, con grandes regocijos y grandes entusiasmos.
Principalmente se rezaban nueve rosarios, y el último día se usaba como se le
usa al difunto cuando termina el novenario: rezarle el rosario y nueve rosarios
más después de la muerte. Posterior al rosario venía el gran velorio. Grandes
personajes de los campos eran los encargados de mismo. Eran especialistas en
ese sentido. Aquí en Trujillo era un negocio muy grande porque eran cuatro o
cinco fiestas de Cruz, entre ellas la del Calvario que llamamos, el Calvario en
la Calle Arriba. Quien patrocinaba la fiesta era don Rafael Delgado. En la
Plaza del Carmen patrocinaban la fiesta don Jesús Abreu y don Efraín Fonseca;
la del Bar Buenos Aires, la patrocinaba don Pedro J. Torres, y antes, su padre, don
Guillermo Torres, quienes se preocupaban mucho por el realce del
acontecimiento; don Miguel Uzcátegui y don Manuel Uzcátegui, también
intervenían en la organización de los actos.
Esa era una tradición muy simpática. En La Alameda Ribas, la señora Bartola
López y el señor Manuel Portillo. Por su parte, eran patrocinantes en la fiesta
de Santa Rosa los señores Manuel Azuaje e Ignacio Torrealba, y un señor Manuel
Acosta que estuvo aquí de Maracaibo, quien era el ecónomo del Cementerio y
otras personas más que no recuerdo en los actuales momentos. En el Puente
Machado, el velorio de Cruz o la fiesta de Cruz, eso era muy suntuoso porque
era promocionada por varios personajes: la señora Rafaela Vásquez, Miguel
Arias, César Valecillos, don Rafael Vásquez, Rafael Valecillos; en fin, una
cantidad de personas que se preocupaban por el velorio de la Cruz aquí en
Trujillo.
Continúa diciendo el cronista Cegarra: “Hoy la fiesta de Cruz ha desaparecido,
y no sé qué ha pasado sobre el particular. Sí la celebran, pero no con ese
entusiasmo que la celebraban en los tiempos pasados”.
Sobre la Cruz Verde me respondió lo siguiente: “La Cruz Verde era una gran
festividad porque allí estaba el Hotel Cruz Verde de don Leovigildo Altuve, y
los viajeros que llegaban allí pasaban esos días, y se sumaban completamente y
hasta costeaban casi toda la celebración. Recuerdo que la vieja Cruz Verde era
alumbrada con lámparas de kerosene y muchas velas de distintos tamaños; se le
colocaban velitas pequeñas encendidas por los lados y el frente, adornada con
sus cenefas y unas palmas de coco que ponían allí. Después se le colocaron
bombillos eléctricos, pero ya eran otros tiempos más modernos y menos
interesantes”.
Sin velorio el día de la Cruz.
En Trujillo, lamentablemente, la tradición de la Cruz de Mayo, ha muerto. En
los últimos años la celebración no ha tenido ningún significado. Su repercusión
es cosa del pasado. El mismo Joaquín Delgado lo sentenció un día: “Con la
muerte de Rafael Delgado terminó una hermosa tradición y un bello gesto de
piedad cristiana”.
El pueblo se ha desarraigado de sus ancestros y acervos tradicionales. Las
nuevas generaciones no quieren rendir tributo al pasado cultural, menos a esos
ancestros populares. La cultura autóctona en nuestro país ha muerto
irreparablemente. Se perdió el respeto y el sentido de pertenencia a esos
ancestros, a la razón histórica de los acervos culturales populares nacionales
y regionales. Hoy los intereses culturales son otros. Solo se permite el acceso
a las manifestaciones extranjeras, que nada dicen ni contienen. Soportamos sin
quejarnos la imposición violenta, aleve y orquestada de un vasto conjunto de
muestras culturales extranjeras, ajenas al alma nacional. Hay un vacío total de
sabiduría popular en la Venezuela actual, de pérdida de identidad nacional.
A lo mejor, los esporádicos y valerosos cantores de este año, concentrarán su
tristona música y poesía, en pedir como promesa al santo Patíbulo de los
maderos cruzados, que nos devuelva a todos los pobladores de pueblos y ciudades
la vocación festiva, la espiritualidad y hasta la fe perdida por esos valores
ancestrales. Así dirán en sus cantos velorieros:
“Dios te salve Cruz Divina / árbol de la redención / amparo de los cristianos /
consuelo de salvación. / Santísima Cruz de Mayo / quien te puso en la mesa /
son los dueños de esta casa / que están pagando promesa”…
Fuente:
***Advertencia: esta publicación cuenta con Derechos de Autor © ALÍ MEDINA MACHADO***
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